Sangre fresca para la erótica del vampiro

Desde tiempos inmemoriales el poder de lo oculto ha cautivado sobremanera la frágil mentalidad de los hombres. La aureola que circunda alrededor del mal, ha hecho que los humanos lleguemos a crear una serie de leyendas e historias arrebatadoras para sobrellevar todo aquello que no podemos explicar.

De esta forma, esas leyendas y sobrecogedoras historias funcionan a modo de catarsis para exorcizar nuestros miedos y dar rienda suelta a la imaginación, deleitando a nuestros sentidos más malignos.

Si a ello le sumamos una predisposición gregaria al acto de transmitir de padres a hijos los cuentos y leyendas que no atinan a la explicación racional, nos encontramos ante el acto de compartir los miedos propios carnalizados en ajenos.

Las leyendas de vampiros y chupadores de sangre, no son más que el reflejo de una sociedad de antaño temerosa de Dios, en donde la propia figura del vampiro se convierte en la maldición divina de aquel que ha osado transgredir las leyes del Todopoderoso. En su maldición, el vampiro vaga a través de los siglos en forma y cuerpo que no es inmortal, sino un no muerto sin derecho a disfrutar de los placeres carnales, ya que estos sólo son posibles de disfrutar en vida. Al tiempo, es condenado a poder alimentarse únicamente de la sangre de los humanos, la cual es representación absoluta de la vida, del sacrificio y de la sensación de calor, el cual se desvanece para el vampiro de forma efímera, ya que él no tiene la posibilidad de retenerlo y de compartirlo. De ahí que su sed de sangre no acabe nunca. Es el castigo hacia el pecador lo que se convierte en inmortal.

Claro está que al igual que surge la leyenda primigenia, evolucionan las historias y los cuentos legendarios para deleite del imaginativo mortal, que se burla del Todopoderoso a cada paso que da, o mejor, a cada leyenda tenebrosa que inventa, en donde "cobran vida" (valga la gracia) seres endemoniados y Príncipes de las Tinieblas atormentados y maldecidos sin vida carnal. Sin vida mortal.

Y qué duda cabe que las leyendas y sus monstruos protagonistas no carecen de la erótica de lo oculto y transgresor. De la necesidad del humano por averiguar que hay Más Allá, sin importarle la mayoría de las veces, que hay Más Acá y jodiéndola estrepitosamente. Pero esa, es otra historia.

A través de los rayos catódicos de nuestras pantallas, podemos seguir una serie televisiva que se basa en esas leyendas primigenias de vampiros y de seres maldecidos, con poderes sobrenaturales, que hacen más aún, si cabe, reforzar el poder de atracción de estos individuos.

Me estoy refiriendo a 'True Blood', en donde el vampiro es un ser que vive en la actualidad aceptado por gran parte de la sociedad. Ello es debido, principalmente, a que se ha conseguido comercializar una sangre artificial para que estas fierecillas, alejadas de la mano de Dios, puedan campar a sus anchas sin necesidad de hincarle el diente a las sufridas yugulares de los mortales cuando quieren merendarse algo.



La cuestión es que en 'True Blood' el vampiro no sólo disfruta de su propia condición de ser sobrenatural y misterioso, sino que además, puede retozar y degustar del placer más terrenal y primigenio de los mortales: el sexo. 

En 'True Blood', las competiciones sexuales de los vampiros son un empezar y no acabar de follar a marchas forzadas, en donde las prostitutas del lugar se rifan a dichos individuos, sin importarles un ápice ser mordidas por estas bestias endemoniadas para obtener el polvo del siglo.

El problema, claro está, es que como cuento de leyenda que es, la historia tiene moraleja, y ya desde su primer capítulo, se nos está transmitiendo que con fuego no se puede jugar, y que quien con vampiros se acuesta, sequito se levanta.

En todo este contexto de guionización televisiva, nos encontramos ante una Anna Paquin que ha dejado muy atrás a aquella niña que realizaba piruetas en la playa al son de "El piano". Ni siquiera su papel en X-Men le roba memoria erótica, para convertirse en 'True Blood' en la "Lolita" del vampiro de turno, al cual se le hacen los colmillos largos, (ja, ja, ja), cada vez que la contempla, intentando contener sus ánsias para no poseerla mientras la pone mirando hacia Madrid (2016). :)

El erotismo, la sugerencia, la atracción por el misterio y lo oculto, están servidos en esta serie que despunta en EEUU y ya lo está haciendo en España. Y es que el éxito de 'True Blood' viene originado por uno de los instintos más básicos del hombre: nuestro gran interés por indagar en la tentación prohibida y el erotismo que conlleva acercarse a ella. Basta que nos prohíban hacer o ver algo, para que sintamos más ánsias por conseguirlo. La mente humana es así de retorcida, y no los vampiros, los cuales nacen de esa propia mente retorcida.

La representación del vampiro en 'True Blood' se aleja mucho del miedo y la repugnancia, para convertirse en objeto de deseo e hipérbole sexual. Qué duda cabe que 'True Blood' posee todos los ingredientes para mantenerse entre las grandes audiencias.

Os brindo aquí un vídeo promocional, eso sí, en su versión original, donde la sugerencia erótica y los susurros vampíricos de la Paquin cobran verdadero efecto transgresor.



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